Comentario
A pesar de la dificultad en el estudio del intercambio, sobre todo en lo que se refiere a sus aspectos sociológicos, se considera que los intercambios se incrementan como fruto de la gradual consolidación de las nuevas prácticas agrícola-ganaderas y sobre todo por las variaciones sociales que conllevan las nuevas formas de producción, con la progresiva especialización del trabajo. Los avances en la investigación de este campo se deben a la incorporación del análisis de materias primas, a partir de la observación de la composición y distribución espacial de los productos y de la determinación de las áreas de captación y zonas de intercambio. En general, se admite un intercambio de tipo simple basado en el principio de reciprocidad generalizada, aunque para finales del periodo se han sugerido formas más complejas con un principio de redistribución o de reciprocidad restringida que se desarrollará, junto con el proceso de jerarquización, sobre todo en los periodos posteriores.
Entre los materiales de los cuales se documenta una circulación, algunos de ellos continuando con las tradiciones de los últimos cazadores-recolectores, destaca la obsidiana. Esta roca de origen volcánico se distribuye como materia prima en forma de láminas o de núcleos pretallados desde los asentamientos primarios de Anatolia, en Oriente, hacia el área de Levante o la zona mesopotámica o, en el caso de Europa, desde las islas del Mediterráneo oriental o central (Melos, Lípari, Cerdeña) a toda la vertiente mediterránea o incluso hacia Europa central. La circulación de la cerámica es problemática debido a una escasez de análisis y, por otra parte, al no poder incidir si su circulación se da como propio objeto o como soporte de otro producto. Las primeras producciones orientales y, en general, una gran parte de las producciones de la mayor parte de los asentamientos, son fabricaciones locales de poca movilidad. No obstante, algunas producciones de mayor calidad tendrán una difusión amplia como se pone de manifiesto en las cerámicas orientales de tipo Halaf. Recientemente se ha propuesto la posibilidad de que las primeras cerámicas del Mediterráneo occidental -producciones cardiales- tengan una circulación como bienes de prestigio. Esta hipótesis necesita, no obstante, un análisis más detallado para su comprobación.
A inicios del Neolítico la circulación de materiales e incluso productos parece limitada, si bien posteriormente los intercambios son más voluminosos y atestiguan la existencia de verdaderas redes de intercambios que cubren distancias considerables. Entre los materiales de mayor circulación se halla un conjunto de objetos que constituyen bienes de prestigio y cuya distribución puede llegar a varios cientos de kilómetros. Podríamos citar los colgantes y perlas fabricados en concha, como las típicas conchas spondyle, originarias del mar Negro y que, apreciadas por las poblaciones agrícolas de la cuenca del Danubio, se hallan desde su lugar de origen hasta el Rin; las hachas de jadeíta de los Alpes; las perlas en ámbar balcánico o las perlas de variscita de la citada explotación de Can Tintorer. La distribución de útiles parece más reducida, siendo las hachas uno de los dos objetos de mayor circulación, aunque en distancias que parecen menores.
Las modalidades de transporte y de distribución son menos perceptibles en el análisis arqueológico, aunque se han podido establecer las vías fluviales y el mar como ejes de circulación privilegiados. La expansión de las nuevas formas socioeconómicas a través de los valles fluviales del centro de Europa y la circulación de la obsidiana, e incluso la pesca en alta mar, desde la época mesolítica, en las regiones del Mediterráneo oriental, atestiguan una navegación que, por otra parte, permitirá la primera ocupación humana en una gran parte de las islas del Mediterráneo (Chipre, Malta, Creta, Córcega, Cerdeña, Baleares).